El sonido más hermoso que he escuchado

 Apenas la tarde de ayer hice verdadera conciencia. Tal vez estoy vibrando a niveles distintos. Definitivamente he ciclado diferente y ha sido notorio. En Tantrilandia nada se disfraza de florecitas: Me parce que los últimos días los zombis han sido particularmente idiotas, más de lo común. Siempre son idiotas.

    Si es una etapa en general, pues ya saltaremos a lo que sigue. Somos todos un mismo organismo y podría ser que por eso encuentre tanto dolor, malestar y falta de comunicación en objetos, paredes, casas, etc. Tendremos que trabajarlo.

    Me habitué a esperar malas respuestas y caras largas de quienes padecen VPPB; sabía que de ellos nunca obtendría un “buenos días” o una sonrisa y me acostumbré a la disponibilidad de otros (no muchos).  Asumí muchas cosas y cuando “focos rojos” se activaron justo en uno de esos « buenecitos », pues me asusté; de mi extraterrestre y « roomie ».

    Él, con quien comparto labores y actividades continuamente, empezó a alejarse y a usar “monosílabos” para responder y yo como buena obsesiva no paré de preguntarle: ¿Qué tienes? ¿Todo bien? ¿Algún problema que quieras contarme? ¿En qué piensas? ¿Es por dinero? ¿El negocio? ¿Tu familia? Y claro, jamás llegamos a nada. Mi alienígena es contenido, poco manifiesta lo que siente (odio eso). Que se engulla molestias me impacienta porque creo que tiene mucho que decir y sencillamente le resulta más práctico no hablar para  no verse débil.

Nuestra amistad casi sellada con ritual empezó a oxidarse y bastante rápido. Por un lado, yo no llegaba ni con la aguja más delgada a ese corazón inhumanamente controlado (entes sin vicios no son de fiar, algo han de tener; si nada esconden: Huye). Por otro lado, cuando mi disociativa esencia aparecía, al gran « soul mate » mío le faltaba asfalto para correr o engrapadora para cerrar boca, observar y mantener la promesa esa idiota… « Yo así te voy a querer; no vine a hacerte daño, ya tuviste suficiente ».

Segurísima de estar en tierra de algodones con él… ¡kaboom!, que suelta el primer desdén. Yo en modo pacto le eché la culpa al abrumante calor. Días después, a medio evento verborreico de la que narra, ¡carajazo directo!; usó el doloroso « no salgas con los jueguitos de que tu cabeza, no uses lo de tu cabeza y tu condición y esos jueguitos conmigo » todo, todo en un burlesque engreído y doloso tono que desarmó mi ya añejo déficit en la función de neurotransmisores…

Por más C.I sobre la media, se bien que dentro de la adaptación y la supervivencia, nos ha dado por normalizar lo anormal. Lo que nos asusta lo echamos al baúl y a lo que nos hace ruido le ponemos « mute ».

Tememos desde nuestro yo infantil perder la compañía, la promesa, el sueño en acuarela y vernos de nuevo solos… abandonados.

Normalizamos el trato pasivo-agresivo que papá usó con mamá por años, normalizamos que los jefes humillen al recurso humano, normalizamos que nos dejen a medio relato porque el foco fundido es más importante, normalizamos las cifras de mujeres golpeadas y hombres saliendo impunes, normalizamos rogar por abrazos, normalizamos callar cuando nos echan una mirada inquisidora, normalizamos no hablar en público que vamos al psiquiatra, normalizamos estar para todos cuando somos cascabeles y guardarnos calladitos cuando quisiéramos morir, normalizamos que nos usen si somos divertidos y que nos boten si andamos en anhedonia, normalizamos poco a poco los gritos, las palabrotas, las caras largas, las expresiones de hartazgo; normalizamos lo inaceptable porque así aprendimos.

¿Qué hice? ¿Cómo enfrenté a mi marciano?… simple. Rodeé su cabeza y espalda con mis brazos y en total tranquilidad expresé: « Ya te llegó la fecha de expiración amor mío… ya no te gustó lo de vivir con un hámster que no para de dar vueltas en la rueda; ya caducó esto. Yo misma te ayudo y en paz, hacemos tus maletas y por favor, vete » – Mi extraterrestre que no es mío pero pensé lo era, lloró quedamente; asintió y dijo con voz quebrada: « Es que no se qué hacer ». Inmediato hable de la escalada de violencia; expliqué lo del ciclo/círculo con términos, recuerdos dolorosos propios, porcentajes reales y mucho amor sobre todo para hacerle ver que ambos ya estábamos normalizando al potencial monstruo. Repetí: « Te faltó información al entregarte a este paquete; en serio amor marciano… es hora de partir porque se lo que sigue ».

Llanto, mucho llanto y diálogos pequeñitos entre marcianito y yo. No han sido tiempos sencillos, se los comenté al iniciar el texto… algo en el aire está contaminando espíritus nobles.

El resto se contará a la par de lo que llamo « la historia de mi vida », pero voy a desafiar algoritmos, supuestos y boletos a otro planeta. El alienígena y yo, quedamos aferrados y no por necedad… por madurez; por convicción.

Tantritas 20/10/2021